Hace veinte años, lo más chic del mundo era colgar
en el salón un Cristo crucificado oscurecido por una pátina de siglos,
un grabado rescatado del rastrillo vagamente atribuido a un discípulo de
Goya o el retrato del bisabuelo Sandalio. Eran buenos tiempos para los
restauradores, que repartían su tiempo entre la limpieza de óleos para
clientes particulares y la recuperación de retablos religiosos
subvencionada con fondos públicos. La enorme repercusión de las muestras
‘Las edades del hombre’ en distintas ciudades castellanas impulsó el
rescate de tesoros artísticos sumidos en el olvido: tallas apolilladas,
toscos trillos y rejas oxidadas se convirtieron de la noche a la mañana
en objetos de deseo. En Granada, por ejemplo, el interés llevó a la
Universidad de Granada a implantar un Grado de Restauración y
Conservación. La idea era dar una cobertura multidisciplinar a los
futuros restauradores de la provincia.
«El grado se configuró con el criterio para
integrar la multidisciplinariedad necesaria en los restauradores, con
profesores de muchos departamentos y no todos de Bellas Artes. Hay gente
que venimos de departamentos de Historia del Arte, de Minerología y
Petrología, de Química, hasta de Derecho... El Palacio del Almirante se
convierte en un aglutinador», explica José Manuel Rodríguez Domingo,
profesor de Historia y Teoría de la Restauración.
En su aula anida toda una promoción de futuros
restauradores y conservadores, una legión de profesionales que aprenden
hoy los resortes teórico-prácticos para encontrar soluciones a los
problemas del tiempo. «Imparto clase en el segundo curso del Grado, por
lo que vienen con una formación muy embrionaria de la materia. Los veo
bastante verdes en cuestiones de criterio, pero por una cuestión del
plan de estudio, que no han tenido un desarrollo de la materia práctica,
que se ve más tarde», señala Rodríguez Domingo. Es a partir del segundo
año cuando los jóvenes adquieren las herramientas prácticas para
ejercer la profesión, una adquisición de conocimiento que ha lanzado al
mercado a una generación de restauradores mucho más conscientes de la
importancia de su labor.
«Hay grandes profesionales en la provincia y
restauraciones brillantes se han hecho en el Patronato de la Alhambra,
por ejemplo. Son modélicas en la aplicación de criterios contemporáneos y
en intervenciones que muestran una gran sensibilidad», afirma Rodríguez
Domingo.
Sorpresas tras la pátina
Pese a todo, la crisis ha dejado fuera de combate a
numerosas empresas y profesionales en Granada. Las galerías de arte se
contaban por decenas en la capital y ahora apenas resta un puñado de
ellas. La caída se ha llevado también a muchos profesionales que vivían
de la restauración. Solo algunas instituciones permanecen en liza como
islas en mitad del océano. La Alhambra es una de ellas.
«La crisis no nos ha afectado porque contamos con
un presupuesto suficiente como para plantear una restauración como
consideremos, pero fuera sí que es cierto que hay proyectos que se han
quedado detenidos por falta de financiación», asegura Elena Correa, jefa
del Departamento de Restauración de la Alhambra.
Estos días la restauradora anda con la
efervescencia de los últimos trabajos en la fachada de la Puerta de la
Justicia. Allí los técnicos se afanan en limpiar los restos de suciedad
en la placa fundacional hallada en el monumento, un tesoro de mármol
blanco y pizarra que tiene maravillados a todos.
«Las obras son libros abiertos, van viviendo con
el que las ocupa. Cuando llega a nuestros días tenemos que saber leer
todos esos procesos, como se fabricó y cómo ha ido viviendo con los
abandonos, los fracasos. Por eso los perdigonazos de la Puerta de la
Justicia son parte de la historia», cuenta con una sonrisa.
Bajo su supervisión, ocho restauradores trabajan
para que los efectos del tiempo no afecten al rostro de roja piedra y
blancas yeserías de la Alhambra. Ese y la comprensión de las técnicas
antiguas de cada tesoro escondido en el recinto son los mayores retos a
los que se enfrentan a diario.
«Ahora mismo llevamos a cabo la restauración de
las bóvedas de pintura y está siendo la más complicada porque se
realizaron con una técnica exclusiva de la que no se conoce ningún
ejemplo más. Es una obra tan intervenida por muchas generaciones que ha
llegado hasta nosotros muy machacada. Para mí es la más complicada de
entender y de poder realizar, pero creo que quedará bien», confirma
Elena Correa.
El mal de las intervenciones agresivas, como la
del famoso Ecce homo, tiene también su lugar en la Alhambra. No siempre
se trató el monumento con la delicadeza del equipo de Elena Correa y
Francisco Lamolda, arquitecto conservador del conjunto. Hay quien
recuerda aún las prospecciones con explosivos realizadas en parte del
recinto a finales del XIX y principios del XX. Hoy todo ha cambiado.
«La tradición de los talleres de la Alhambra
proviene de la artesanía. Por ejemplo, el de Yeserías no era de
restauración sino de reposición y el de Maderas trabajaba con pintores.
Ahora se quiere ir transformando los talleres hacia la restauración»,
afirma con ilusión Correa.
El monumento entero se ha volcado hacia la
profesionalización. El objetivo del Patronato de la Alhambra y el
Generalife es conjugar tradición y modernidad. «Queremos que la Alhambra
se convierta en un centro puntero», confirma la jefa del Departamento
de Restauración.
La unión de muchos expertos
El arquitecto conservador de la Alhambra suma su
labor a ese objetivo común. Lamolda afronta las intervenciones casi como
el director de orquesta de los expertos que aúna la plantilla del
recinto. Arquitectos técnicos, restauradores, historiadores,
arqueólogos, yeseros, albañiles, canteros, electricistas, carpinteros
aportan su experiencia y conocimientos.
«Lo fundamental para poder trabajar en
Conservación es tener un conocimiento profundo de lo que vas a
intervenir. Lo primero es hacer estudios previos para conocer la obra
que vas a intervenir para saber la problemática que tiene, la patología,
lo que ha causado los daños para poder restaurarlo», explica.
Sin embargo, no son las grandes restauraciones las
que maravillan al arquitecto. Son los pequeños detalles del día a día,
el trabajo para que los visitantes y amantes de la Alhambra encuentren
el monumento en perfectas condiciones lo que destaca Lamolda.
«Es un trabajo muy discreto, que no sale en los
medios porque son tareas muy sencillas: revisar el monumento a diario,
reponer piezas de solería que se han roto y desaparecido, morteros que
se están desprendiendo y hay que rejuntarlo, reponer tejas porque hay
una gotera… Son tareas muy sencillas que requieren un muy buen
conocimiento del monumento para abordar esas tareas sin equivocarte. A
veces discernir los elementos que son esenciales en el monumento de
aquellos que no lo son requiere un gran conocimiento y una gran
dedicación», asegura Francisco Lamolda.
Saber de todo
Cuando el restaurador se especializa en arte
contemporáneo, su papel puede llegar a confundirse con el de un
electricista o un técnico en televisión. «Nos enfrentamos a todo tipo de
materiales, técnicas y ejecuciones», plantea Jorge García
Gómez-Tejedor, jefe de Restauración del Centro de Arte Reina Sofía.
«Cada intervención requiere de una revisión completa porque no podemos
prever las reacciones que van a tener los materiales: cada artista es un
mundo, las técnicas varían muchísimo de una obra a otra, se utilizan
materiales industriales, la libertad creativa y de expresiones
artísticas es amplísima, así que necesitamos replantearnos continuamente
los criterios a aplicar. Obras experimentales requieren restauraciones
experimentales», sentencia. Así que afronta cada día retos como
sustituir los monitores de tubo catódico de una pieza de Wolf Vostell
para los que no existen repuestos o mantener operativos los
fluorescentes obsoletos de una obra de Dan Flavin... «A veces es
problemático aplicar a esta obra criterios de conservación y
perdurabilidad», reconoce.
Para esta tarea cuenta con un equipo de 21
personas, casi todos restauradores especializados en papel, pintura y
escultura, a su vez divididos en subgéneros: en papel, por ejemplo, hay
expertos en fotografía, estampación, gelatinas...; el arte escultórico
se materializa en instalaciones, audiovisuales, fílmico... «Aunque el
Reina ha tenido un buen año en número de visitantes, ha sufrido un
importante recorte de subvenciones», expone. «Por ahora lo afrontamos
bastante bien: conseguimos financiaciones a través de patrocinios,
revisamos mucho el gasto, reducimos la inversión... Si nos comparamos
con otros que sufren recortes dramáticos, estamos capeando bien la
crisis».
Un paso atrás
«En los últimos años se había avanzado muchísimo
en la protección del patrimonio artístico español, se hacían campañas de
restauración en iglesias y los museos mejoraron sus departamentos de
restauración. Con los recortes, muchos profesionales están yendo al paro
y la riqueza patrimonial se puede resentir». Recién jubilada después de
39 años de profesión, Pilar Sedano conoce bien el paño. No en vano
dirigió del departamento de restauración del Reina Sofía hasta que
Miguel Zugaza la fichó para modernizar el del Prado, y recientemente se
hizo cargo del patrimonio cultural del Ayuntamiento de Madrid.
Cuando llegó al Prado, el museo más importante de
España y uno de los mejores del mundo carecía de laboratorios de química
y biología, no había un espacio adecuado de restauración y faltaban
especialistas en escultura o papel. Ahora una treintena larga de
personas trabajan en el departamento, lo que no impide que, en
ocasiones, un cuadro le haya quitado el sueño. «Hay que hacer muchas
pruebas antes de intervenir para dejarlo tal como el artista lo pintó.
Cada obra es un mundo, hay que estudiarla, conocer al pintor, la
historia de la obra, sus restauraciones anteriores...».
«En España hay un buen nivel de especialistas
–advierte en su despacho en la Alhambra Francisco Lamolda– y las
técnicas a aplicar son muy conocidas. Nosotros nos basamos en los
criterios de las cartas internacionales de conservación. Es temerario
intervenir sin eso». Cecilia Giménez, la célebre ‘restauradora’ del
‘Ecce Homo’ de Borja, no tuvo en cuenta estos detalles.
Ideal.es