martes, 13 de mayo de 2014

Los guardianes del tesoro

Los restauradores luchan contra los estragos del tiempo en las obras de arte y los recortes económicos que complican su labor


Hace veinte años, lo más chic del mundo era colgar en el salón un Cristo crucificado oscurecido por una pátina de siglos, un grabado rescatado del rastrillo vagamente atribuido a un discípulo de Goya o el retrato del bisabuelo Sandalio. Eran buenos tiempos para los restauradores, que repartían su tiempo entre la limpieza de óleos para clientes particulares y la recuperación de retablos religiosos subvencionada con fondos públicos. La enorme repercusión de las muestras ‘Las edades del hombre’ en distintas ciudades castellanas impulsó el rescate de tesoros artísticos sumidos en el olvido: tallas apolilladas, toscos trillos y rejas oxidadas se convirtieron de la noche a la mañana en objetos de deseo. En Granada, por ejemplo, el interés llevó a la Universidad de Granada a implantar un Grado de Restauración y Conservación. La idea era dar una cobertura multidisciplinar a los futuros restauradores de la provincia. 

«El grado se configuró con el criterio para integrar la multidisciplinariedad necesaria en los restauradores, con profesores de muchos departamentos y no todos de Bellas Artes. Hay gente que venimos de departamentos de Historia del Arte, de Minerología y Petrología, de Química, hasta de Derecho... El Palacio del Almirante se convierte en un aglutinador», explica José Manuel Rodríguez Domingo, profesor de Historia y Teoría de la Restauración.

En su aula anida toda una promoción de futuros restauradores y conservadores, una legión de profesionales que aprenden hoy los resortes teórico-prácticos para encontrar soluciones a los problemas del tiempo. «Imparto clase en el segundo curso del Grado, por lo que vienen con una formación muy embrionaria de la materia. Los veo bastante verdes en cuestiones de criterio, pero por una cuestión del plan de estudio, que no han tenido un desarrollo de la materia práctica, que se ve más tarde», señala Rodríguez Domingo. Es a partir del segundo año cuando los jóvenes adquieren las herramientas prácticas para ejercer la profesión, una adquisición de conocimiento que ha lanzado al mercado a una generación de restauradores mucho más conscientes de la importancia de su labor.

«Hay grandes profesionales en la provincia y restauraciones brillantes se han hecho en el Patronato de la Alhambra, por ejemplo. Son modélicas en la aplicación de criterios contemporáneos y en intervenciones que muestran una gran sensibilidad», afirma Rodríguez Domingo.

Sorpresas tras la pátina

Pese a todo, la crisis ha dejado fuera de combate a numerosas empresas y profesionales en Granada. Las galerías de arte se contaban por decenas en la capital y ahora apenas resta un puñado de ellas. La caída se ha llevado también a muchos profesionales que vivían de la restauración. Solo algunas instituciones permanecen en liza como islas en mitad del océano. La Alhambra es una de ellas.
«La crisis no nos ha afectado porque contamos con un presupuesto suficiente como para plantear una restauración como consideremos, pero fuera sí que es cierto que hay proyectos que se han quedado detenidos por falta de financiación», asegura Elena Correa, jefa del Departamento de Restauración de la Alhambra.
Estos días la restauradora anda con la efervescencia de los últimos trabajos en la fachada de la Puerta de la Justicia. Allí los técnicos se afanan en limpiar los restos de suciedad en la placa fundacional hallada en el monumento, un tesoro de mármol blanco y pizarra que tiene maravillados a todos.
«Las obras son libros abiertos, van viviendo con el que las ocupa. Cuando llega a nuestros días tenemos que saber leer todos esos procesos, como se fabricó y cómo ha ido viviendo con los abandonos, los fracasos. Por eso los perdigonazos de la Puerta de la Justicia son parte de la historia», cuenta con una sonrisa.
Bajo su supervisión, ocho restauradores trabajan para que los efectos del tiempo no afecten al rostro de roja piedra y blancas yeserías de la Alhambra. Ese y la comprensión de las técnicas antiguas de cada tesoro escondido en el recinto son los mayores retos a los que se enfrentan a diario.
«Ahora mismo llevamos a cabo la restauración de las bóvedas de pintura y está siendo la más complicada porque se realizaron con una técnica exclusiva de la que no se conoce ningún ejemplo más. Es una obra tan intervenida por muchas generaciones que ha llegado hasta nosotros muy machacada. Para mí es la más complicada de entender y de poder realizar, pero creo que quedará bien», confirma Elena Correa.
El mal de las intervenciones agresivas, como la del famoso Ecce homo, tiene también su lugar en la Alhambra. No siempre se trató el monumento con la delicadeza del equipo de Elena Correa y Francisco Lamolda, arquitecto conservador del conjunto. Hay quien recuerda aún las prospecciones con explosivos realizadas en parte del recinto a finales del XIX y principios del XX. Hoy todo ha cambiado.
«La tradición de los talleres de la Alhambra proviene de la artesanía. Por ejemplo, el de Yeserías no era de restauración sino de reposición y el de Maderas trabajaba con pintores. Ahora se quiere ir transformando los talleres hacia la restauración», afirma con ilusión Correa.
El monumento entero se ha volcado hacia la profesionalización. El objetivo del Patronato de la Alhambra y el Generalife es conjugar tradición y modernidad. «Queremos que la Alhambra se convierta en un centro puntero», confirma la jefa del Departamento de Restauración.

La unión de muchos expertos

El arquitecto conservador de la Alhambra suma su labor a ese objetivo común. Lamolda afronta las intervenciones casi como el director de orquesta de los expertos que aúna la plantilla del recinto. Arquitectos técnicos, restauradores, historiadores, arqueólogos, yeseros, albañiles, canteros, electricistas, carpinteros aportan su experiencia y conocimientos.
«Lo fundamental para poder trabajar en Conservación es tener un conocimiento profundo de lo que vas a intervenir. Lo primero es hacer estudios previos para conocer la obra que vas a intervenir para saber la problemática que tiene, la patología, lo que ha causado los daños para poder restaurarlo», explica.
Sin embargo, no son las grandes restauraciones las que maravillan al arquitecto. Son los pequeños detalles del día a día, el trabajo para que los visitantes y amantes de la Alhambra encuentren el monumento en perfectas condiciones lo que destaca Lamolda.
«Es un trabajo muy discreto, que no sale en los medios porque son tareas muy sencillas: revisar el monumento a diario, reponer piezas de solería que se han roto y desaparecido, morteros que se están desprendiendo y hay que rejuntarlo, reponer tejas porque hay una gotera… Son tareas muy sencillas que requieren un muy buen conocimiento del monumento para abordar esas tareas sin equivocarte. A veces discernir los elementos que son esenciales en el monumento de aquellos que no lo son requiere un gran conocimiento y una gran dedicación», asegura Francisco Lamolda.

Saber de todo

Cuando el restaurador se especializa en arte contemporáneo, su papel puede llegar a confundirse con el de un electricista o un técnico en televisión. «Nos enfrentamos a todo tipo de materiales, técnicas y ejecuciones», plantea Jorge García Gómez-Tejedor, jefe de Restauración del Centro de Arte Reina Sofía. «Cada intervención requiere de una revisión completa porque no podemos prever las reacciones que van a tener los materiales: cada artista es un mundo, las técnicas varían muchísimo de una obra a otra, se utilizan materiales industriales, la libertad creativa y de expresiones artísticas es amplísima, así que necesitamos replantearnos continuamente los criterios a aplicar. Obras experimentales requieren restauraciones experimentales», sentencia. Así que afronta cada día retos como sustituir los monitores de tubo catódico de una pieza de Wolf Vostell para los que no existen repuestos o mantener operativos los fluorescentes obsoletos de una obra de Dan Flavin... «A veces es problemático aplicar a esta obra criterios de conservación y perdurabilidad», reconoce.
Para esta tarea cuenta con un equipo de 21 personas, casi todos restauradores especializados en papel, pintura y escultura, a su vez divididos en subgéneros: en papel, por ejemplo, hay expertos en fotografía, estampación, gelatinas...; el arte escultórico se materializa en instalaciones, audiovisuales, fílmico... «Aunque el Reina ha tenido un buen año en número de visitantes, ha sufrido un importante recorte de subvenciones», expone. «Por ahora lo afrontamos bastante bien: conseguimos financiaciones a través de patrocinios, revisamos mucho el gasto, reducimos la inversión... Si nos comparamos con otros que sufren recortes dramáticos, estamos capeando bien la crisis».

Un paso atrás

«En los últimos años se había avanzado muchísimo en la protección del patrimonio artístico español, se hacían campañas de restauración en iglesias y los museos mejoraron sus departamentos de restauración. Con los recortes, muchos profesionales están yendo al paro y la riqueza patrimonial se puede resentir». Recién jubilada después de 39 años de profesión, Pilar Sedano conoce bien el paño. No en vano dirigió del departamento de restauración del Reina Sofía hasta que Miguel Zugaza la fichó para modernizar el del Prado, y recientemente se hizo cargo del patrimonio cultural del Ayuntamiento de Madrid.
Cuando llegó al Prado, el museo más importante de España y uno de los mejores del mundo carecía de laboratorios de química y biología, no había un espacio adecuado de restauración y faltaban especialistas en escultura o papel. Ahora una treintena larga de personas trabajan en el departamento, lo que no impide que, en ocasiones, un cuadro le haya quitado el sueño. «Hay que hacer muchas pruebas antes de intervenir para dejarlo tal como el artista lo pintó. Cada obra es un mundo, hay que estudiarla, conocer al pintor, la historia de la obra, sus restauraciones anteriores...».
«En España hay un buen nivel de especialistas –advierte en su despacho en la Alhambra Francisco Lamolda– y las técnicas a aplicar son muy conocidas. Nosotros nos basamos en los criterios de las cartas internacionales de conservación. Es temerario intervenir sin eso». Cecilia Giménez, la célebre ‘restauradora’ del ‘Ecce Homo’ de Borja, no tuvo en cuenta estos detalles.

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